jueves, 25 de octubre de 2018

Domingo 21 de octubre de 2018 (Por fin ha vuelto Alberto)



Con algún nublado que otro en el horizonte, lo que ha obligado a echarse el chubasquero “por si las moscas”, nos hemos reunido en la Plaza Mayor a nuestra hora de siempre Eltiolavara, Horacio, Perejil y Rafa, donde nos hemos llevado la grata sorpresa de la reaparición de nuestro compañero Alberto, al que tras un año alejado de nuestra compañía por fin le ha llegado el momento de retomar “el vicio”.
Teniendo claro que no iba a aparecer nadie más, para ver “cómo estaba de forma” Alberto decidimos “tirar p’al monte”, con lo que el grupo echó a rodar con rumbo norte para dirigirnos hacia el antiguo camino de Pelayos de la Presa a Villa del Prado.
Comenzamos la subida y en la primera rampa Rafa tuvo un leve problema mecánico, que con la ayuda de Eltiolavara y Alberto se solventó en unos minutos, tiempo que Perejil había aprovechado para “tomar ventaja”.
Tras solventar el problema, el trío reanudó la marcha y continuó el ascenso “dándole caza” más adelante para finalmente reagruparnos todos al llegar al alto en la ladera del Cerro Rojo, donde nos tomamos unos segundos para recuperar fuerzas antes de realizar el rápido descenso que nos condujo hasta la Cañada de Talavera junto a la laguna que forma el arroyo de las Labores.
Y para “entrar de nuevo en calor”, nada mejor que subir por el cortafuegos que desde la citada laguna asciende por la ladera del cerro de las Mucas, donde tuvimos que hacer frente a algún tramo del 21% en el que Alberto y Perejil tuvieron que “echar pie a tierra” durante unos metros.
Tras unos quinientos metros de dura subida por el cortafuegos, nos desviamos a la derecha para tomar un camino -sendero recorriendo la ladera del cerro de las Mucas y a continuación del cerro de Las Labores por el que descendimos hasta las cercanías de Pelayos de la Presa.
Pasamos bajo la carretera M-501 por un tubo para posteriormente atravesar la “Colonia de San Blas” y desde allí dirigirnos hacia el Monasterio de Santa María la Real de Valdeiglesias, donde nos incorporamos al GR-10 en dirección hacia San Martín de Valdeiglesias.
Tras unos metros por el GR-10 nos desviamos a la derecha para comenzar a ascender por la ladera del cerro de San Esteban para dirigirnos hacia “Casa Quemada”, el bonito mirador desde el que se disfrutan unas estupendas vistas del embalse de San Juan y que Alberto no conocía.
Y tras aproximadamente dos kilómetros de ascensión llegamos a nuestro destino, donde Alberto quedó fascinado por las vistas y donde aprovechamos para reponer fuerzas mientras contemplábamos el paisaje y el vuelo de los buitres en nuestra cercanía.
Después de unos minutos de “charleta” y relax, y con unas cervecitas prometidas por Alberto, llegó el momento de emprender el camino de regreso hacia el pueblo, descendiendo unos metros por el camino por el que habíamos realizado la subida para a continuación “investigar” un sendero a nuestra derecha por el que ascendimos unos metros por la ladera del cerro para a continuación tomar un senderito por el que descendimos de nuevo hasta enlazar con lo que llamamos “los toboganes”, que es un divertido sendero sube-baja que transcurre en paralelo a la carretera que va hacia la urbanización de San Ramón.
Con un terreno “espectacular”, descendimos por el sendero hasta llegar al GR-10 de nuevo junto al monasterio de Santa María la Real, desde donde nos dirigimos a continuación hasta la gasolinera de Pelayos de la Presa junto a la carretera M-501.
Tomamos la carretera M-501 durante unos metros para enlazar con el comienzo de la vía verde de Picadas, donde sorteando algunos pequeños charcos producidos por las últimas lluvias llegamos hasta el muro de la presa y continuamos después con la subida por la carretera y posterior descenso por la misma hasta desviarnos a la derecha para tomar el camino que va por detrás del Safari-Park.
Enlazando después con el camino del Molino de Rodeles llegamos hasta la carretera M-507, cruzando la misma para incorporarnos después al antiguo trazado del ferrocarril Madrid-Almorox y regresar al pueblo cerca de la una menos cuarto tras hacernos una bonita ruta de unos 38 kilómetros en la que hemos disfrutado de un estado del terreno espectacular además de ver como el campo va poco a poco “tomando el verde”.
Y tal como había prometido Alberto, nos dirigimos a visitar a nuestro amigo Valentín, donde nos tomamos unas cervecitas mientras conversábamos animadamente y planificábamos dónde y cuándo hacer la próxima excursión del Club.

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