miércoles, 10 de julio de 2019

Domingo 7 de julio de 2019 (De cortafuegos y senderos)


Hoy hemos vuelto a madrugar para quitarnos las horas de más calor, y como algunos han preferido dormir nos hemos reunido en la Plaza Mayor a las ocho de la mañana únicamente un trío compuesto por Eltiolavara, Nacho y Rafa.
Tras unos minutillos de espera por si “milagrosamente” aparecía algún rezagado, echamos a rodar minutos después de las ocho para dirigirnos hacia el antiguo camino de San Martín de Valdeiglesias a Villa del Prado.
Los tres juntitos y “dándole al palique”, realizamos la subida a buen ritmo y sin dificultad, con algo de calorcito en las zonas de sol a pesar de ser “pronto” pero con buena temperatura hasta llegar a la “Casa de la Coneja”, donde giramos a la derecha para continuar ascendiendo de manera más tendida por la ladera sur del “cerro de La Puebla”, hasta finalmente girar a la izquierda para acometer por un cortafuegos el ascenso hasta la cima del mismo.
Molinillo “p’arriba” ascendimos por el cortafuegos (que a su vez es el límite entre los términos municipales de Villa del Prado y San Martín de Valdeiglesias) hasta llegar a la cima (936 metros), donde además de una fotito hicimos una parada de varios minutos para contemplar toda la zona afectada por el incendio de la semana pasada.
Tras la paradita, retomamos la marcha realizando un vertiginoso descenso “ladera abajo” por el cortafuegos, con el bulldozzer recién pasado y el terreno “sin sentar”, lo que nos obligó a extremar las precauciones si no queríamos “salir por las orejas”, ya que en el tramo final el “desnivel negativo” llega hasta ¡¡el 31%!!.
El cortafuegos nos llevó hasta el camino de Villa del Prado a San Martín de Valdeiglesias, por el que llegamos hasta la Cañada de Talavera, cruzando la misma para continuar con dirección hacia San Martín y enlazar con el camino de La Fuenfría, donde hicimos otra nueva paradita para enseñar a Nacho una tumba excavada en una gran piedra que él aún no conocía.
Continuamos la marcha por el camino de la Fuenfría y giramos a la derecha para tomar dirección al Alto de la Mira, girando después a la izquierda para descender por otro cortafuegos hasta el comienzo del arroyo de Valdenoches, donde nos incorporamos a un sendero que transcurre junto al arroyo y donde nos encontramos con que recientemente han construido una fuente, realizando allí la “parada barrita” de la jornada además de hacernos una nueva fotito.
Llegó el momento de retomar la marcha y nos percatamos de lo que parecía el comienzo de un sendero, al que nos incorporamos para rodando entre los pinos enlazar con el camino que transcurre por la cara norte del Alto de la Mira hasta que decidimos descender por un cortafuegos y recorrer la zona de “La Bardera”, tomando a continuación un sendero que hacía tiempo que no recorríamos y que nos llevó hasta las cercanías de la carretera M-501.
Rodamos en paralelo a la carretera M-501 durante unos metros hasta pasar bajo la misma por un puente, internándonos a continuación en el pueblo de Pelayos de la Presa, donde nos dirigimos a la Plaza Mayor para reponer “líquido elemento” en una fuente que allí se encuentra.
Reanudamos a continuación la marcha y nos dirigimos hacia el GR-10, tomando a continuación unos senderos entre los pinos para llegar hasta el muro de contención del embalse de San Juan, donde pudimos observar el bajo nivel que tiene el embalse tras las pocas lluvias de la pasada primavera.
Recorrimos el muro y nos dirigimos hacia a la gasolinera de Pelayos de la Presa, donde tomamos unos metros la carretera M-501 para enlazar con el comienzo de la vía verde de Picadas, donde con Nacho en cabeza “tirando del trío” nos plantamos pronto en el muro de la presa, para realizar después la subida por la carretera y posterior descenso por la misma hasta desviarnos a la derecha para tomar el camino que va por detrás del Safari-Park hasta llegar a la carretera M-507, donde cruzamos la misma para incorporarnos al antiguo trazado del ferrocarril Madrid-Almorox y regresar al pueblo.
Tras una bonita ruta de unos 42 kilómetros estábamos de regreso en el pueblo sobre las doce de la mañana, la mejor hora para disfrutar de una cervecita mientras charlábamos de cuestiones varias.