Con algún nublado que otro en el horizonte, lo que ha obligado a echarse el
chubasquero “por si las moscas”, nos hemos reunido en la Plaza Mayor a nuestra
hora de siempre Eltiolavara, Horacio, Perejil y Rafa, donde nos hemos llevado
la grata sorpresa de la reaparición de nuestro compañero Alberto, al que tras
un año alejado de nuestra compañía por fin le ha llegado el momento de retomar “el
vicio”.
Teniendo claro que no iba a aparecer nadie más, para ver “cómo estaba de
forma” Alberto decidimos “tirar p’al monte”, con lo que el grupo echó a rodar
con rumbo norte para dirigirnos hacia el antiguo camino de Pelayos de la Presa
a Villa del Prado.
Comenzamos la subida y en la primera rampa Rafa tuvo un leve problema
mecánico, que con la ayuda de Eltiolavara y Alberto se solventó en unos
minutos, tiempo que Perejil había aprovechado para “tomar ventaja”.
Tras solventar el problema, el trío reanudó la marcha y continuó el ascenso
“dándole caza” más adelante para finalmente reagruparnos todos al llegar al
alto en la ladera del Cerro Rojo, donde nos tomamos unos segundos para
recuperar fuerzas antes de realizar el rápido descenso que nos condujo hasta la
Cañada de Talavera junto a la laguna que forma el arroyo de las Labores.
Y para “entrar de nuevo en calor”, nada mejor que subir por el cortafuegos
que desde la citada laguna asciende por la ladera del cerro de las Mucas, donde
tuvimos que hacer frente a algún tramo del 21% en el que Alberto y Perejil
tuvieron que “echar pie a tierra” durante unos metros.
Tras unos quinientos metros de dura subida por el cortafuegos, nos
desviamos a la derecha para tomar un camino -sendero recorriendo la ladera del
cerro de las Mucas y a continuación del cerro de Las Labores por el que
descendimos hasta las cercanías de Pelayos de la Presa.
Pasamos bajo la carretera M-501 por un tubo para posteriormente atravesar
la “Colonia de San Blas” y desde allí dirigirnos hacia el Monasterio de Santa
María la Real de Valdeiglesias, donde nos incorporamos al GR-10 en dirección
hacia San Martín de Valdeiglesias.
Tras unos metros por el GR-10 nos desviamos a la derecha para comenzar a
ascender por la ladera del cerro de San Esteban para dirigirnos hacia “Casa
Quemada”, el bonito mirador desde el que se disfrutan unas estupendas vistas
del embalse de San Juan y que Alberto no conocía.
Y tras aproximadamente dos kilómetros de ascensión llegamos a nuestro
destino, donde Alberto quedó fascinado por las vistas y donde aprovechamos para
reponer fuerzas mientras contemplábamos el paisaje y el vuelo de los buitres en
nuestra cercanía.
Después de unos minutos de “charleta” y relax, y con unas cervecitas
prometidas por Alberto, llegó el momento de emprender el camino de regreso
hacia el pueblo, descendiendo unos metros por el camino por el que habíamos
realizado la subida para a continuación “investigar” un sendero a nuestra
derecha por el que ascendimos unos metros por la ladera del cerro para a
continuación tomar un senderito por el que descendimos de nuevo hasta enlazar
con lo que llamamos “los toboganes”, que es un divertido sendero sube-baja que
transcurre en paralelo a la carretera que va hacia la urbanización de San
Ramón.
Con un terreno “espectacular”, descendimos por el sendero hasta llegar al
GR-10 de nuevo junto al monasterio de Santa María la Real, desde donde nos
dirigimos a continuación hasta la gasolinera de Pelayos de la Presa junto a la
carretera M-501.
Tomamos la carretera M-501 durante unos metros para enlazar con el comienzo
de la vía verde de Picadas, donde sorteando algunos pequeños charcos producidos
por las últimas lluvias llegamos hasta el muro de la presa y continuamos
después con la subida por la carretera y posterior descenso por la misma hasta
desviarnos a la derecha para tomar el camino que va por detrás del Safari-Park.
Enlazando después con el camino del Molino de Rodeles llegamos hasta la
carretera M-507, cruzando la misma para incorporarnos después al antiguo
trazado del ferrocarril Madrid-Almorox y regresar al pueblo cerca de la una
menos cuarto tras hacernos una bonita ruta de unos 38 kilómetros en la que
hemos disfrutado de un estado del terreno espectacular además de ver como el
campo va poco a poco “tomando el verde”.
Y tal como había prometido Alberto, nos dirigimos a visitar a nuestro amigo
Valentín, donde nos tomamos unas cervecitas mientras conversábamos animadamente
y planificábamos dónde y cuándo hacer la próxima excursión del Club.