Tras el
domingo pasado en el que ya pensábamos que no volveríamos a sacar la ropa de
invierno, de nuevo para esta nueva jornada ha regresado el tiempo “invernal”
haciéndonos retomar la indumentaria para el frío e incluso el chubasquero.
Después de
una noche pasada por agua y con un ligero “txiribiri” las primeras horas de la
jornada, estaba claro que en la Plaza Mayor a nuestra hora de siempre
únicamente se iban a dar cita “los tres mosqueteros” a los que no les importa
la meteorología ni se inventan excusas para no salir, es decir Eltiolavara,
Horacio y Rafa.
Teniendo
claro que no iba a aparecer nadie más, dejando menos “minutos de cortesía” de
lo habitual el trío echó a rodar con rumbo norte para intentar evitar terrenos
embarrados partiendo desde la Plaza Mayor por la avenida de La Constitución
para cruzar la carretera M-507 y continuar hasta las instalaciones de la
piscina municipal, donde nos desviamos a la derecha para dirigirnos hacia el antiguo
camino de Pelayos de la Presa a Villa del Prado.
Al poco de
incorporarnos al camino ya nos dimos cuenta de que la subida iba a estar “blandita”,
hundiéndose la rueda en el terreno en cuanto éste era menos “arenoso”, lo que
obligaba a “tirar de riñones” y apretarle fuerte al pedal.
Y así
comenzamos el ascenso, con Horacio subiendo mas “relajadamente” con su e-bike,
mientras Eltiolavara y Rafa tenían que “apretar” de lo lindo en algunos tramos
en los que la totalidad de la cubierta llegaba a hundirse en el barro.
Tras gran
esfuerzo conseguimos por fin llegar al alto en la ladera del Cerro Rojo, donde nos
tomamos unos segundos para recuperar fuerzas mientras comentábamos cómo nos
parecía que había sido la vez en que esa subida se nos había hecho más dura, más
incluso que en los días lluviosos de este invierno pasado.
Después de
esos segundos de parón, comenzamos a realizar el rápido descenso que nos
condujo hasta la Cañada de Talavera junto a la laguna que forma el arroyo de las
Labores, la cual se encontraba a rebosar. Continuamos la marcha por la Cañada
de Talavera hasta llegar a la pista asfaltada y descendimos por la misma hasta
desviarnos a la izquierda para tomar un sendero por el que realizamos un corto
trayecto de investigación que nos hizo dar una vueltecita circular a un pequeño
cerro, llegando de nuevo al punto de partida del sendero.
Continuamos
bajando hasta las cercanías de la carretera M-501, pasando bajo la misma para
bordear el pueblo de Pelayos de la Presa y pasando junto al monasterio de Santa
María la Real de Valdeiglesias llegar al GR-10 (el tramo del ferrocarril del
Tiétar hasta San Martín de Valdeiglesias).
Llegamos así
a “las faldas” del cerro de San Esteban, donde comenzamos a investigar los
senderos que nos íbamos encontrando (de subida principalmente), haciendo frente
en algunas ocasiones unos buenos repechos.
En un momento
de la subida y junto a unas enormes rocas decidimos hacer la “parada barrita”
de la jornada, además de la habitual fotito de grupo, para tras unos minutos
retomar la marcha y continuar subiendo por la ladera del cerro de San Esteban.
Tras un
tramo muy chulo subiendo (y que nos “apuntamos” para realizarlo en sentido
bajada), y cuando estábamos buscando por donde comenzar a bajar, vimos una
estructura metálica encima de unas rocas que no habíamos visto nunca, por lo
que sin dudarlo nos dirigimos hacia allí y así aumentar nuestro conocimiento de
la zona.
Llegamos por
un sendero hasta el pie de las rocas, realizando a pata unos metros de subida
por las mismas hasta llegar a la ubicación de la estructura, que en su momento
debía de ser un punto de vigilancia del embalse, ya que desde allí había unas
vistas “INCREÍBLES” del embalse de San Juan, lo que claro está aprovechamos
para de nuevo hacernos unas fotitos mientras comentábamos lo que se estaban
perdiendo nuestros compañeros que se habían quedado en casa.
A
continuación comenzamos un descenso con algún pequeño tramo “a pata” por la
peligrosidad de las piedras mojadas que nos llevó hasta el muro de contención
del embalse, comprobando cómo únicamente quedaban algo menos de dos metros para
que llegara a su nivel máximo.
Descendimos
a continuación hasta la gasolinera de Pelayos, donde tras cruzar la carretera
tomamos un estrecho senderito entre el pasto por el que bordeamos la nueva estación
de tratamiento de agua de Pelayos para después pasar bajo la carretera M-501 y
bordear el cerro del Cubo para dirigirnos hacia el comienzo de la vía verde de
Picadas.
Sorteando los
charcos producidos por las lluvias nocturnas llegamos hasta el muro de la presa
y continuamos después con la subida por la carretera y posterior descenso por
la misma hasta desviarnos a la derecha para tomar el camino que va por detrás
del Safari-Park, donde de nuevo el barro “se hizo presente” en buena cantidad,
aumentando en gran manera el grosor de las ruedas y haciendo que se quedara
gran parte del mismo en diversas partes de las bicis.
Llegamos
posteriormente hasta la carretera M-507 junto al vivero, cruzando la misma para
incorporarnos después al antiguo trazado del ferrocarril Madrid-Almorox y
regresar al pueblo tras una rutita corta pero durilla por el estado del terreno.
Aunque la
mañana comenzó con “mala pinta” por el “txiribiri” poco a poco fue “abriendo” y
nos acompañó el solecito durante casi toda la ruta, a pesar de que la
temperatura era bastante fresquita. Y aunque únicamente hemos hecho unos 40
kilómetros, a nuestras patas les parecieron bastantes más.
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