miércoles, 3 de mayo de 2017

Domingo 30 de abril de 2017 (Una de invierno en el mes de mayo)



Tras el agua caída durante el sábado, el terreno tenía pinta de estar ideal para “hacer senderos”, así que con ese fin habíamos previsto dirigirnos hacia la zona del embalse de San Juan para disfrutar de los senderos entre los pinos que por aquella zona hay, por lo que minutos después de las nueve comenzamos a rodar dirigiéndonos hacia el norte para tomar el antiguo camino de San Martín de Valdeiglesias a Villa del Prado.
Al comenzar con las primeras cuestas Transcastro se dio cuenta de que se había olvidado de coger “la botija”, con lo que le animamos a volverse a casa a por ella mientras el resto subiríamos a un ritmo más tranquilo para que pudiera alcanzarnos más adelante.
Realizamos toda la subida “dándole al palique” hasta llegar al alto en la ladera del cerro de Santa Lucía, donde como corría bastante viento era imposible estar parado porque “nos quedábamos tiesos”, con lo que descendimos unos metros hasta llegar a un cortafuegos donde nos pusimos al sol “como los lagartos” e intentando protegernos del viento para esperar allí a Transcastro.
Tras unos minutos de espera Transcastro se incorporó al grupo y retomamos la marcha haciendo “sube-baja” por el cortafuegos hasta llegar a los pies del cerro Otanejo, donde tomamos un senderito que transcurre junto al arroyo del Bodegón y que nos llevó hasta la Cañada de Talavera.
Cruzamos la Cañada y de nuevo nos incorporamos al camino de San Martín de Valdeiglesias, recorriendo el cortafuegos y pasando junto al “Canto del Pichón” hasta enlazar con el camino de La Fuenfría, por el que llegamos hasta la carretera M-541, que atravesamos para continuar dirección San Martín.
Como el cielo cada vez estaba más negro y con muy “mala pinta” y ya comenzaba a caer “chirimiri”, decidimos no alejarnos mucho del pueblo y posponer para otro día el recorrido previsto, así que cambiamos la idea inicial para “acortar la ruta” dirigiéndonos hacia Pelayos de la Presa.
Tras cruzar la carretera M-541 continuamos durante unos metros por el camino de la Fuenfría hasta desviarnos a la derecha para tomar una trialera entre los pinos por la zona de “La Cancha” con algunos tramos bastante técnicos donde todos tuvimos que echar pie a tierra alguna vez.
Cuando ya habíamos dejado atrás lo más difícil de la trialera y al final de la misma a punto de llegar a un claro….. ¡¡¡Pum!!!, Jorge reventó la rueda delantera al topar con una raíz, lo que le ocasionó darse “un pequeño vuelo” aunque por suerte sin consecuencias.
Llegamos todos al claro y paramos debajo de un pino para protegidos del “chirimiri” que seguía cayendo arreglar el reventón, aprovechando también para hacer la “parada barrita” de la jornada además de la fotito de grupo.
Con el problema solucionado, retomamos la marcha para continuar bajando por senderos entre los pinos y tomando después un camino muy chulo por el que llegamos hasta la cantera de Pelayos que hay en la ladera del cerro de Las Colmenas, desde donde tomamos un nuevo camino para en paralelo a la carretera M-501 dirigirnos hacia Pelayos de la Presa.
Con el cielo cada vez más negro por todos los lados, bordeamos el pueblo de Pelayos por senderos hasta salir al GR-10 (Vía verde del ferrocarril del Tiétar), que atravesamos para continuar ascendiendo hasta llegar al camino de San Esteban, donde giramos a la derecha para dirigirnos hacia la urbanización “El Mirador de Pelayos” y comenzar desde allí a recorrer lo que nosotros llamamos “los toboganes”, que se trata de un divertido sendero “sube-baja” entre los pinos por el que descendimos de nuevo hasta el GR-10 en las cercanías del monasterio de Santa María la Real, con un nuevo “vuelo sin motor” esta vez por parte de Javi, que clavó la rueda delantera en una “zanjilla” y salió “por las orejas” por suerte también sin consecuencias, aunque como somos tan “cabrones” nos echamos unas risas a su costa.
Parecía que la lluvia nos daba un poco de respiro y bordeamos el monasterio para dirigirnos hacia la nueva estación de tratamiento de aguas de Pelayos, que bordeamos por un senderito para posteriormente pasar bajo la carretera M-501 y dirigirnos a tomar la Cañada de Talavera para hacer frente a la subida por la pista asfaltada.
Nos reagrupamos en el alto y tras unos momentos de relax para tomar aire tras la subida retomamos la marcha para continuar por la Cañada hasta llegar a la laguna del arroyo de Las Labores, donde de nuevo empezaba a llover y donde comenzamos el ascenso por el camino de Pelayos mirando hacia arriba con “mucho miedito” ya que no se veían los cerros por el agua que estaba cayendo.
Con el terreno comenzando a estar bastante “pegajosillo” realizamos la subida luchando contra “las inclemencias” y reagrupándonos en el alto, donde Javi abandonó el grupo para tomar dirección hacia “El Encinar”, mientras el resto nos disponíamos a afrontar el descenso hasta el pueblo.
Ya con “chuzos en toda regla” cayendo sobre nosotros, realizamos un descenso complicado por la falta de visibilidad, ya que la cantidad de agua que nos daba en la cara unido al barro que levantaban las ruedas hacía difícil la visión, aunque llegamos hasta el pueblo sin problemas pero con unos kilos de barro encima.
Aunque terminamos bien caladitos (a excepción de Alberto y Javi ninguno teníamos chubasquero) y “hechos un Cristo” de barro, como es habitual hemos disfrutado un montón de nuestra salida haciendo una divertida ruta con bastante sendero en la que hemos recorrido unos 38 kilómetros, esperando ansiosos la duchita calentita al llegar a casa.

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