lunes, 7 de noviembre de 2016

Domingo 6 de noviembre de 2016 (Rutón, rutón, rutón........)



Para esta jornada teníamos previsto realizar la ruta aplazada por motivos meteorológicos de hace dos domingos, y aunque el sábado “cayeron chuzos”, el día ha amanecido sin una nube en el cielo aunque eso si, con una buena bajada de temperaturas, lo que hacía que se notara bastante fresquito.
Habíamos quedado a las 8,15 en la estación de autobuses, y allí nos hemos reunido un estupendo grupo compuesto por Eltiolavara, Transcastro, Horacio, Alberto, Miguel, Javichy, Jorge, Granaíno, Edu y Rafa, uniéndose a nosotros para disfrutar de la jornada el amigo Mariano.
Tal como íbamos llegando fuimos “apañando” las bicis en el carro para posteriormente poner rumbo hacia Rozas de Puerto Real, punto de inicio de la ruta y de donde nos separaban unos 20 kilómetros.
Aparcamos los vehículos a la entrada del pueblo, donde “divisamos” una mesa de piedra que nos vendría “al pelo” para el posterior avituallamiento de final de ruta y nos dispusimos a realizar los preparativos oportunos de montaje de bicis y equipamiento, echando a rodar unos minutos antes de las nueve de la mañana.
Nos incorporamos durante unos metros a la carretera M-507, para posteriormente desviarnos a la derecha y tomar una calle por la que descendimos hasta desviarnos a la derecha para tomar un bonito senderito de bajada por el que entre castaños descendimos hasta la carretera M-501.
Cruzamos la carretera y continuamos por un sendero que nos llevó a enlazar con la Cañada Real Leonesa Oriental, que tomamos a nuestra izquierda para comenzar con una subida que nos condujo hasta la glorieta entre la carretera M-501 y la M-507, punto de inicio de la carretera de Casillas (M-549) y por la que comenzaríamos a realizar un ascenso de unos seis kilómetros.
A buen ritmillo realizamos el ascenso con alguna breve paradita de “reagrupamiento” del personal disfrutando de las vistas del valle del Tiétar durante la subida y del bonito entorno de castaños por donde transcurre la misma hasta llegar al pueblo de Casillas.
Tocaba ahora “callejear” para dirigirnos hacia el castañar de El Tiemblo, lo malo es que “callejear” por Casillas significa hacer frente a unas buenas rampas, incluida una con una señal que avisaba de un porcentaje del 25%.
Con alguna rampa “gratis” por habernos despistado del gps nos incorporamos al Camino de Casillas, por el que abandonamos el pueblo continuando con el ascenso por firme asfaltado que se encontraba totalmente cubierto por los “erizos” caídos de los castaños que envolvían la pista, haciéndonos muy agradable a la vista la subida.
Tras una subida de unos tres kilómetros por la pista asfaltada por fin el asfalto desapareció bajo nuestros pies, aprovechando para hacer una paradita en la que buena parte del grupo eliminó “líquido sobrante” además de reponer fuerzas con alguna barrita o platano.
Reanudamos la marcha y comenzamos a recorrer un bonito camino entre robles que transcurre por la ladera sur del pico del Mirlo que con tramos de sube-baja nos condujo hasta un alto donde de nuevo hicimos una breve paradita para una foto.
A partir de ese punto comenzaba el tramo más bonito de la ruta, con un descenso entre enormes castaños por la Garganta de la Yedra en una estampa otoñal que como diría “Jesulín” sólo puede describirse en dos palabras…….”IM-PRESIONANTE”.
En medio de la bajada hicimos una paradita junto a un enorme castaño para hacernos una fotito de grupo reanudando después la marcha para dirigirnos hacia el famoso “Castaño Abuelo”, donde de nuevo nos hicimos las oportunas fotitos de grupo.
Reanudamos la marcha y continuamos bajando hacia el parking del castañar, cruzándonos con bastantes senderistas durante la bajada, lo que hizo que tuviéramos que bajar con precaución en vez de “soltar amarras”.
Y desde el parking tras disfrutar de la bajada tocaba comenzar con el segundo ascenso importante de la jornada, primeramente con una parte “más floja” por la ladera del Cerro de la Pedriza, aunque luego vendría una buena “tachuela” para llegar a el “Alto del Corcho”, con un rampón que llegó a marcarnos el 24% y donde quedó “un reguero de cadáveres” y únicamente Granaíno, Eltiolavara, Transcastro y Rafa pudieron subirlo sin poner “pie a tierra”.
Después de una parada en el alto para reagruparnos y reponer fuerzas, retomamos la marcha por un camino-cortafuegos por el que fuimos recorriendo todo el cordel de la cordillera de Pedro Duermes, aprovechando para alguna fotito y disfrutando de las vistas mientras rodábamos entre los 1.200-1.300 metros de altitud.
Llegamos a un tramo de bajada que nos condujo hasta el “Portacho de los Ballesteros”, en la ladera del Cerro de Guisando, desde conde comenzamos un vertiginoso descenso de más de tres kilómetros por una pista que nos llevó hasta la urbanización “La Atalaya”, donde llegamos con los brazos “dormidos”, atravesando la urbanización mientras continuábamos descendiendo hasta llegar a la carretera N-403.
Con precaución tomamos la carretera N-403 durante unos dos kilómetros hasta desviarnos a la derecha para tomar un camino que recorrimos para incorporarnos posteriormente al GR-10, por el que tras cruzar la carretera M-501 continuamos rodando hasta la carretera M-542, que cruzamos para tomar una pista asfaltada muy deteriorada para dirigirnos hacia la urbanización Navapark.
Callejeamos por la urbanización hasta tomar un sendero por el que ascender por la ladera del Cerro Jornillo, donde ya pudo comprobarse que el personal iba “justillo” de fuerzas en ésta última subida antes de afrontar los últimos metros hasta regresar a Rozas de Puerto Real, donde nos esperaba el avituallamiento de fin de ruta.
Tras un sábado lluvioso, ha amanecido una mañana de lujo en la que únicamente se notaba bastante fresquillo en las zonas altas debido al vientecillo que corría, pero habiendo disfrutado de un rutón espectacular por el entorno y las vistas, con algunos tramos durillos en los que ha habido que darlo todo.
Y como es habitual, terminamos la jornada en la mesa de granito junto a la que habíamos aparcado dando buena cuenta del avituallamiento líquido y sólido que habíamos llevado mientras en un gran ambiente de buen rollo comentábamos los pormenores acaecidos durante la jornada.


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