Tal como indicaba la predicción
meteorológica la jornada ha amanecido con lluvia, y aunque en el momento de
nuestra hora de quedada había parado, la previsión ha hecho que el grupo habitual
sufriera algunas bajas, juntándonos aun así un “sexteto” de valientes compuesto
por Eltiolavara, Jorge, Horacio, Transcastro, Rafa y Mariano, que enfundados en
el chubasquero estábamos listos para darle al pedal.
Abandonamos la Plaza Mayor y
comenzamos a rodar saliendo de Villa del Prado por el antiguo camino de San
Martín de Valdeiglesias en un continuo ascenso “aderezado” además por un
terreno que en algunos tramos estaba bastante “pegajosillo” y que nos exigía un
esfuerzo extra.
A pesar del estado del terreno
realizamos un ascenso a buen ritmo, continuando después hasta llegar a la
Cañada de Talavera, donde giramos a nuestra izquierda para hacer frente a una
cuesta asfaltada y rodar durante unos metros por la pista hasta desviarnos a la
izquierda en una puerta.
Bajamos durante unos metros por
la Cañada de Talavera hasta desviarnos a la derecha y por un camino entre los
pinos bajar hasta la carretera N-403 junto a la laguna del Pozo Alcornocoso,
donde cruzamos la carretera N-403 para tomar un camino entre los pinos por el
cerro Alcornocoso, bajando a continuación por un sendero entre las jaras hasta el
arroyo del Linar, que cruzamos para después comenzar a ascender por la ladera
del cerro de la Cuba por un camino-sendero por el que entre pinos llegamos
hasta la cantera que se encuentra a los pies de la Peña Muniana, donde hicimos
una paradita para reponer fuerzas.
Tras unos minutillos de relax,
reanudamos la marcha por una pista para llegar hasta la entrada del camping
"Pinar de Cadalso", donde tomamos unos metros la carretera M-541 para
posteriormente desviarnos a la derecha y tomar un sendero junto al depósito del
agua de Cadalso para continuar bordeando el pueblo hasta llegar al cementerio
de Cadalso, donde hicimos una paradita para reponer “líquido elemento”.
Continuamos después la marcha
dirigiéndonos hacia la carretera M-542, que cruzamos para comenzar el descenso
hacia el arroyo Tórtolas, aunque en vez de bajar por el camino, en una de las
primeras curvas tomamos un senderito casi escondido por el que serpenteando
entre la vegetación realizamos un divertido descenso tras el que llegamos a un
camino desde el que podíamos ver frente a nosotros el cuestón que se nos
avecinaba.
Después de la diversión de la
bajada, ahora tocaba tocará hacer frente a los rampones de la jornada, con
tramos de más del 20% ascendiendo por una ladera hacia el Alto Vordergado, con
un corto tramo en curva que llega al 24% de inclinación, donde aunque en otras
ocasiones algunos de nosotros hemos conseguido realizar toda la subida en bici,
ésta vez no pudo ser, teniendo que hacer algún pequeño tramo de “empuja-bike”.
Tras realizar el corto pero
intenso ascenso, llegó el momento de disfrutar por los senderos de la bonita
zona de la Dehesa de los Llanos, donde hicimos una paradita para hacernos la
“fotito de grupo” antes de disfrutar del divertido descenso hasta la carretera
M-542, durante el cual Eltiolavara “se pegó un vuelecillo” aunque por suerte
sin consecuencias.
Al llegar a la carretera atravesamos
la misma y cruzamos el arroyo de Tórtolas para salir al antiguo camino de San
Martín de Valdeiglesias a Cadalso de los Vidrios, que tomamos a nuestra derecha
para dirigirnos hacia la vía pecuaria del arroyo del Boquerón poniendo así
rumbo de regreso a Villa del Prado.
Con Jorge en cabeza a buen ritmo
realizamos el tendido ascenso por la vía pecuaria hasta salir a la carretera
M-542, que cruzamos para tomar un sendero por el que pasamos junto a la laguna
del manantial del Andrinoso, para después tomar durante unos metros la
carretera N-403 hasta enlazar con la pista asfaltada que lleva hasta la Cañada
de Talavera y desde allí realizar a la inversa el trayecto con el que habíamos
comenzado la ruta, realizando un rápido descenso por el antiguo camino de San
Martín de Valdeiglesias a Villa del Prado con el que ya terminamos de ponernos
“hasta arriba de barro”.
En una mañana en la que no hemos
visto el sol y durante la que nos ha acompañado una “niebla meona” persistente,
nos hemos marcado una rutilla de unos 38 kilómetros que para “las patas” han
sido bastantes más por el estado del terreno, aunque hemos disfrutado un montón
por los senderitos de bajada, que se encuentran en un estado espectacular.
Y como nos las habíamos ganado
“con creces”, que mejor que terminar la jornada reponiendo líquidos con una
cervecita y además entrando en calor con un caldito calentito que nos había
preparado el amigo Valentín en su bar y que nos supo a gloria después del
“fresquito” que habíamos pasado.
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