Y llegó por fin el esperado día
para el que habíamos previsto nuestro “rutón del año”, consistente en un
recorrido entre Ávila y Villa del Prado y para el que nos reunimos un buen
grupo compuesto por Eltiolavara, Transcastro, Granaíno, Alberto, Perejil, Horacio,
Senderitos, Jose y Rafa, además del “Caracol” Jorge, que se unía a nosotros
para hacer esta ruta.
Habíamos quedado a las 7,00 horas
en la estación de autobuses, poniendo rumbo a Ávila minutos después para llegar
a nuestro destino alrededor de las 8,00 y disponernos a prepararnos nosotros y
las bicicletas bajo una pertinaz lluvia.
Tras una fotito junto a las
murallas de Ávila, comenzamos a rodar junto a las murallas para posteriormente abandonar
el “casco antiguo” de la ciudad y dirigirnos hacia la carretera CL-505 para tras
unos pocos metros abandonar el asfalto y comenzar a rodar por camino ya con los
pies calados por la lluvia y el agua del asfalto…(joder, ¡¡¡y eso casi sin
haber empezado!!!!).
Por un camino embarrado y lleno
de charcos que teníamos que ir esquivando para no empaparnos más todavía
llegamos hasta una pista de zahorra que tomamos a nuestra derecha para
dirigirnos hacia la primera localidad de nuestro recorrido, Tornadizos de
Ávila.
Llegamos a Tornadizos y bordeando
el pueblo continuamos la marcha por la pista de zahorra rodando en paralelo a
la carretera CL-505 para tras un pequeño tramo de “furtiveo” pasando un par de
puertas (es lo que tiene cuando un camino público atraviesa una finca privada)
para salir de nuevo a la carretera CL-505 justo en el “Puerto de Las Pilas”,
donde cruzamos la carretera para comenzar a recorrer la parte más bonita de la
ruta, consistente en un descenso por trialera-sendero hacia el valle de
Herradón de Pinares.
Tras las lluvias caídas, resultó
que la trialera en muchos tramos se había convertido en un buen arroyo, lo que
nos obligó sobre todo en los tramos de piedra a echar pie a tierra para evitar “males
mayores” al tocar el freno.
Con “Senderitos” cerrando el
grupo y echando “flores” de la trialera, pasamos esa primera parte mas “chunga”
técnicamente para tras reagruparnos continuar con el descenso ya por un
senderito asequible y sin dificultades por el que después de mojarnos los pies
cruzando el arroyo de la Cañada de los Carriles llegamos hasta una pista
asfaltada que nos condujo hasta El Herradón de Pinares.
Atravesamos el pueblo y rodando por
un camino en paralelo al río de La Gaznata salimos a la carretera AV-P-305 y después
a la AV-P-306 que recorrimos durante unos cinco kilómetros hasta desviarnos a
la izquierda para tomar el camino de La Gaznata y continuar rodando en paralelo
al río del mismo nombre hasta llegar a su desembocadura en el embalse de El
Burguillo.
Con un embalse de El Burguillo “hasta
las trancas”, fuimos recorriendo toda la “recula” por su margen derecha (con
parada para fotito incluida) hasta llegar al puente de La Gaznata, donde nos
incorporamos a la carretera N-403 durante unos cuatro kilómetros hasta llegar
junto al muro del embalse de “El Burguillo”.
Desde allí nos dirigimos hacia el
comienzo de otra de las “partes bonitas” de la ruta, un senderito que
transcurre por la ladera de “Los Llanitos” y bordeando el embalse de El Charco
del Cura donde de nuevo disfrutamos mucho antes de llegar hasta el muro del
embalse, donde hubo “parada barrita”, fotito, y minutos de relax junto al rebosadero.
Reanudamos la marcha y bordeando
El Tiemblo tomando el camino de Navalaceña (que más que camino es una carretera
asfaltada, aunque no tiene apenas tráfico) y por la que rodamos durante varios
kilómetros hasta llegar junto a la carretera AV-502, que cruzamos para comenzar
un corto descenso hasta llegar al arroyo Tórtolas.
Cruzamos el arroyo por un “currado”
puente hecho con troncos y palets (el arroyo llevaba demasiada corriente para
cruzarlo en bici) y comenzamos con la parte “más chunga” de la jornada, un ascenso
por el camino de la Aliseda acompañados por un sol que ya calentaba “de lo
lindo” y que nos restó buena parte de las fuerzas existentes.
El camino de La Aliseda nos llevó
hasta San Martín de Valdeiglesias, atravesando el pueblo (sin dejarnos
pendiente ninguna señal de “dirección prohibida”) para llegar hasta la ermita
del Cristo de la Sangre, donde cruzamos la carretera M-501 para comenzar el “último
escollo” de la jornada, la ascensión por el camino asfaltado de Maroñones donde
tras un par de buenas rampas enlazamos con el camino de La Fuenfría para poner
rumbo hacia Villa del Prado.
Ya en esta última subida las
fuerzas escaseaban principalmente en Horacio y Perejil, haciéndose presente la
famosa “subida de bola”, que obligó a Horacio a hacer unos tramos de “empuja-bike”.
Llegamos hasta la carretera M-541
y cruzamos para continuar por el camino de La Fuenfría hasta enlazar con el
camino de San Martín y afrontar el descenso final que nos llevó hasta Villa del
Prado.
En una mañana que en lo
climatológico no había comenzado muy bien, poco a poco fue mejorando y se
convirtió en una mañana espectacular, como se merecía esta fantástica ruta que
realizamos entre Ávila y Villa del Prado de unos 76 kilómetros de recorrido en
la que disfrutamos muchísimo.
Y para terminar, como es habitual
tras nuestras rutas mensuales, en la Plaza Mayor repusimos fuerzas con unas
buenas cervecitas y raciones que nos supieron a gloria después del esfuerzo
realizado.
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