En la jornada de hoy tocaba una
rutilla de las que realizamos mensualmente, estando previsto para esta ocasión visitar
la localidad abulense de Ojos-Albos, donde teníamos como anfitriones a los
padres de nuestro compañero Jose.
Habíamos quedado a las siete y
cuarto en la estación de autobuses, y allí nos hemos reunido un grupillo
compuesto por Eltiolavara, Horacio, Transcastro, Perejil, Miguel, Jose y Rafa.
Una vez acomodamos las bicis en la fregoneta de Eltiolavara, iniciamos camino
hacia Ojos-Albos, de donde nos separaban unos 95 kilómetros.
Llegamos a nuestro punto de
destino minutos después de las ocho y media, donde ya nos esperaba nuestro
amigo Raúl, que se había desplazado directamente desde Madrid para acompañarnos
en la ruta.
Aparcamos los vehículos y tras
saludar a los padres de Jose y dejar en su casa el avituallamiento para
después, comenzamos con los preparativos previos de montaje de las bicis, etc. Para
acompañarnos en la ruta también se unió al grupo Juan, un primo de Jose buen
conocedor de la zona y amante de la bici como nosotros.
Tras los preparativos oportunos, comenzamos
a rodar minutos después de las nueve de la mañana, con un temperatura fresquita
pero sin ser necesario usar algo de abrigo, y por si alguien tenía frío, nada
mejor que comenzar la ruta haciendo frente a unas buenas cuestas.
Y con las mismas, abandonamos el
pueblo para comenzar a subir hacia la sierra de Ojos-Albos por el camino de la Sierra,
con un ascenso inicial de unos tres kilómetros con una pendiente media del 11%
y llegando en algún punto casi al 23%, lo que unido al irregular estado del
camino hizo que alguno tuviera que hacer algo de "empuja-bike".
Entramos rápido en calor mientras
ganábamos rápidamente metros de altitud, algunos disfrutando de las vistas
durante el ascenso mientras otros sólo podían mirar la rueda de la bici.
Ascendimos hasta enlazar con el
camino de la Atalaya, un camino que siguiendo toda la línea de los
aerogeneradores recorre toda la parte alta de la sierra de Ojos-Albos, y por el
que continuamos con alguna breve paradita para reagruparnos y hacer algunas
fotos para dirigirnos hacia el pico más alto de la sierra de Ojos-Albos, el "alto
de la Cabeza", con 1.662 metros de altitud, desde donde disfrutamos de
unas vistas espectaculares.
Después de realizar la
"parada barrita" en lo más alto, a continuación tocaba descender por
la ladera del alto de la Cabeza, por un camino-sendero casi en línea recta de
unos dos kilómetros y medio con una pendiente media del 15% y con bastante
piedra suelta, lo que obligaba a extremar las precauciones.
Tras un descenso que nos dejó "los
brazos adormecidos", llegamos hasta el embalse de los Serones, donde tras
pasar las bicis por encima de una puerta, bordeamos el embalse por una pista
hasta enlazar con la carretera AV-500, por la que sin apenas tráfico rodamos a
buen ritmo durante unos seis kilómetros hasta llegar al pueblo de Urraca-Miguel,
realizando a la entrada del pueblo una nueva paradita para reponer agua en la
fuente del pueblo.
Tras unos minutos de relax y
charla con algún paisano, reanudamos la marcha atravesando el pueblo para tomar
una pista por la que rodando entre algunos alcornoques de un tamaño
impresionante llegamos hasta el pueblo de Mediana de Voltoya.
Sin entrar en el pueblo, lo
dejamos a nuestra izquierda para tomar un camino ascendente para a continuación
descender por la Cañada del Cura hasta el cauce de un pequeño arroyo seco que
cruzamos para tomar un tramo de sendero hecho por las vacas por el que entre
las encinas enlazamos con un camino por el que bajamos hasta el río Voltoya.
Cruzamos el río y mientras el sol
comenzaba a "calentar de lo lindo" continuamos por un sendero para
realizar el ascenso de regreso a Ojos-Albos, topándonos con una valla en el
camino que tuvimos que sortear pasando las bicis por encima. Una vez pasada la
valla, continuamos ascendiendo unos metros "campo a través" y por
senderos de las vacas hasta enlazar con el camino de Ojos-Albos a
Urraca-Miguel, por el que regresamos a Ojos-Albos.
Ya estábamos de regreso en
Ojos-Albos, aunque ahora nos tocaba la "parte extra" de la ruta
prevista, la visita a las pinturas rupestres de la Peña Mingovela, para lo que
abandonamos de nuevo el pueblo para tomar un camino ascendente con dirección
hacia el alto de los Cerrillos.
En el descenso posterior con
dirección hacia el arroyo del Corral, que se encuentra junto a la cueva de las
pinturas rupestres, a Raúl se le fue la rueda delantera y dio con sus huesos en
el suelo, dándose sobre todo un buen raspón en el codo izquierdo. Como en estas
excursiones llevamos un pequeño botiquín, limpiamos la herida y la tapamos para
poder continuar la ruta y llegar hasta las pinturas.
Al llegar junto al arroyo
abandonamos las bicis y ascendimos andando unos metros por la ladera hasta
llegar a la cueva, donde pudimos ver los pocos restos de pinturas rupestres que
aún quedan, ya que según Juan nos comentaba, ha habido gente que ha ido
"con maceta y cortafríos" y se ha llevado los trozos de la
roca......¡¡¡MANDA COJONES!!!.
Tras unos minutillos de relax y
las oportunas fotitos, tocaba rehacer el camino para volver a Ojos-Albos, pensando
ya en el avituallamiento líquido fresquito que nos esperaba ya que el sol
calentaba lo suyo.
Y sin mayores contratiempos
recorrimos los tres kilómetros de regreso al pueblo, donde antes de nada
colocamos de nuevo las bicis en la fregoneta del Eltiolavara y nos dispusimos a
disfrutar de "la prórroga del partido".
En la parte trasera de la casa de
Mariano y Amelia, había un jardincito donde a la sombra de un ciruelo habían preparado
una mesa donde se estaba de lujo, unido ello a un par de exquisitas tortillas
de patata que nos había preparado Amelia para ir "abriendo boca"
mientras se preparaba el fuego para la barbacoa que nos esperaba para reponer
fuerzas.
Y después de
"adecentarnos" un poco con la manguera y cambiarnos de ropa, sentados
en la mesa nos dispusimos a reponer las fuerzas perdidas a base del menú típico
de barbacoa, compuesto por chorizos, lomo, chuletas, panceta y pinchos morunos,
todo ello acompañado por una sana ensalada que nos preparó Mariano con los
productos de su huerto.
¡¡Y desde luego que las repusimos
bien!!. Nos pusimos "moraos", mientras charlábamos con nuestros
anfitriones Mariano y Amelia sobre la gente de Villa del Prado que conocían y
los viejos tiempos.
Y para rematar, Mariano se
ofreció a invitarnos a un cafecito en el bar del pueblo, así que para allá nos
dirigimos para terminar de redondear la jornada.
A pesar de estar tan "a gusto",
llegó el momento de partir, para lo que nos despedimos de los padres de
Jose....¡¡MIL GRACIAS POR VUESTRA AMABILIDAD Y HOSPITALIDAD!!, y emprendimos el
camino de regreso al pueblo, donde llegamos sin imprevistos cerca de las seis
de la tarde.
Y así pasamos una jornada
inolvidable, tanto por la ruta, durante la que disfrutamos de unas vistas
increíbles, como por lo que vino después, donde nos sentimos "como en
casa" y lo pasamos genial, lo que nos obligará a reservar un día en el
calendario de rutas para repetir en el futuro.
Hasta el verano que viene
Ojos-Albos!!!!!!.
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